Por
vez primera realizábamos la ruta de los Puentes Medievales, recorriendo parte
del camino que comenzando en el Puente del Perdón y terminando en la localidad
del Cuadrón, era la vía de tránsito de ganado y uso peatonal en época Medieval.
A
lo largo de este camino en el Valle del Lozoya, había una serie de puentes,
donde se pagaba el pontazgo, tributo que rebaños, viajeros y comerciantes,
debían abonar por cruzar el puente.
Con
la falda sur de los Montes Carpetanos a nuestras espaldas, comenzamos la ruta
en el sitio conocido como “Hoya Encavera”,
lugar de praderas y piscinas naturales, que debe su nombre a que las aguas del río
Lozoya formando un surco, discurren encajonadas por un foso.
Continuando
por la margen izquierda del río, por una senda entre rocas, llegamos al puente “Congosto”, cuyo nombre deriva de la
palabra angosto, paso estrecho y profundo excavado por las aguas en la roca. De
un solo ojo de medio punto, pudo construirse en el siglo XIV, pues ya aparece
citado en el Libro de la Montería del rey Alfonso XI de Castilla.
A
partir de este puente, la ruta continúa por un camino ancho y cómodo dentro de
un bosque, donde predominan robles, frenos y encinas. El segundo puente que
encontramos es el llamado de “Matafrailes”.
No
se sabe con seguridad de donde viene el nombre, ni su fecha de construcción. El
puente presenta un solo ojo apuntado y sirve para cruzar el arroyo de Canencia,
que entrega sus aguas al río Lozoya, cerca de allí.
Después
de cruzar la carretera M-629 que lleva al Puerto de Canencia y tras una
prolongada subida, divisamos a lo lejos el pueblo de la Garganta de los Montes,
fin de nuestra ruta.
Una
parte del grupo, fue directamente al pueblo y el resto subimos a la ermita de
Ntra. Sra. de los Prados, inaugurada en el año 1998, en el mismo lugar en que
estuvo la antigua ermita del siglo XVII. Según leyenda, esta Virgen protegió a
Garganta de la peste bubónica.
En
una mañana soleada, típicamente otoñal, disfrutamos de una de las mejores rutas
del presente curso, donde a la belleza del entorno del Valle de Lozoya, el
murmullo del curso rápido del río, se añadió el espectáculo proporcionado por la
diversidad de colores ocres y verdes, de robles y encinas…
Isaac








































































