De
nuevo volvíamos a Galicia, esta vez a la zona llamada Ribera Sacra, lugar donde
funden sus aguas los ríos Miño y Sil, y que ya descubrieran en los albores de
nuestra era los romanos.
Se
asentaron en estas tierras, Gallaecia, atraídos por el oro que arrastraban sus
ríos y por su clima de salto térmico entre el día y la noche que propiciaba el
cultivo del viñedo.
En
este rincón, asimismo entre los siglos VI al XII, floreció el asentamiento de
cenobios y monasterios, de ahí su nombre, donde el hombre mira al cielo, y
dedica su vida al encuentro con su Dios creador.
En
la visita al casco histórico de Orense, no podía faltar el recorrido por su
catedral románica de transición al gótico, donde sobresale el Pórtico del
Paraíso, del siglo XIII, con claras influencias del Pórtico de la Gloria de la
catedral compostelana.
Tres
fueron los monasterios que visitamos en nuestro viaje, el del Santo Estevo,
construido entre los siglos XII al XVIII, con tres claustros de estilos
románico y renacentista, el de San Pedro de Rocas, cenobio del siglo VI que
tiene su iglesia de tres naves excava en la roca y el Monasterio de Oseira
comenzado a construir en el siglo XII, con tres claustros de estilo barroco y
habitado en la actualidad por monjes cistercienses.
Como
no podía ser de otra manera, pudimos contemplar el espectacular paisaje del
Cañón del río Sil, tanto desde abajo, por el paseo en catamarán que realizamos,
como desde arriba desde el mirador de Cabezoá. Este cañón de origen tectónico y
no solo fluvial, se formó hace 60 millones de años en el periodo Cuaternario,
al producirse fracturas que partieron el suelo en gigantescos bloques. En sus
verticales laderas desde época romana se produce uva de excelente calidad.
También
nos explicaron, en nuestra visita a la bodega Castro Rei, como se producen los
caldos de Ribeiro, a los que nos aplicamos con excelente aprovechamiento.
No
faltó tampoco la visita a dos villas que han conservado bien su pasado
medieval, Ribadavia, con su famosa judería y Allariz con sus iglesias románicas
de Santiago y de San Pedro.
Carballino,
capital del pulpo, también mereció nuestra atención, tanto por el aspecto
gastronómico, como por la contemplación de la iglesia de la Vera Cruz, obra modernista
de estilo ecléctico del arquitecto Antonio Palacios.
Nuestro
agradecimiento al amigo Daniel por la sesión de magia que nos brindó. Excelente
viaje el que disfrutamos, al que no le faltó ni la lluvia, y es que ir a
Galicia y no tenerla, es como si faltara algo …
Isaac
Un viaje fantástico, será un recuerdo para siempre, por lo bien que lo pasamos, por todo lo que vimos y disfrutamos.
ResponderEliminarGracias Isaac, como siempre por toda la información que nos aportas y que nos enriquece a la hora de ir a los sitios.